martes, 15 de febrero de 2011

Digital



La vida analógica siempre deja huellas que pueden rastrearse. Buenos o malos recuerdos siempre estarán ahí, y con poco o mucho esfuerzo volverán a la luz.
Si se borra algo escrito, o se destruye, o se quema alguna cosa, las cenizas, los restos o algo habrá que permita de una u otra forma reconstruirlo.

La vida digital le acercó al ser humano el UNDO. Algo impensado en otros tiempos, pero seguramente imaginado (y deseado) por miles. Que existiera eso que como por arte de magia hiciera desaparecer algo, y que ese algo jamás pudiera ser traído de nuevo. Como si nunca hubiera pasado o existido.

Imaginen por un instante además que todo a lo que tenemos acceso (personas, lugares, cosas) tuvieran un “botón de la derecha” que desplegara sus propiedades. Que antes de empezar una relación con alguien, de comprar un objeto, o de visitar un lugar, con el mágico click del botón de la derecha se evidenciaran todas sus características. Y que no sólo podamos verlas sino cambiarlas eligiendo dentro de un menú de opciones la que más nos cierra. Y como si esto fuera poco (dicho a modo de vendedor de colectivo) en ese menú se encuentra ni más ni menos que la posibilidad de eliminar eso que estamos clickeando, momentáneamente hacia la papelera, o definitivamente si el objeto/sujeto es demasiado pesado para reciclarlo.

Si algo nos gusta mucho hacemos copy/paste cuantas veces querramos.
Si no lo queremos se elimina sin dejar rastros.
Si cometimos un error el undo hace que nunca haya pasado/existido.

Lamento recordarles que la vida real no es digital sino analógica.

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